lunes, 11 de mayo de 2020

Del verbo al Verbo (Crónicas del tiempo de la U)


No recuerdo el año, pero habrá sido a mediados de los 90 (lo advierto por lo largo del cabello) cuando en la universidad nos convocaron a renovar el carnet universitario, algo vital para poder utilizar la biblioteca, tener acceso a un descuento en la cafetería y (aunque no lo crean) poder utilizar el centro de máquinas de escribir (ay... la edad me está pegando... algunos ni siquiera saben qué es eso).
Esta vez la innovación sería suprema en tecnología, el susodicho carnet no sería una hojita enmicada sino una tarjeta con una impresión ¡Hasta la fotografía sería tomada al instante y saldría inmediatamente en el documento! (ay... con esta edad me va a dar... me va a dar...)

Estaba en alguna clase (no recuerdo cuál, aunque sospecho que sería "minimedios de comunicación") cuando los encargados pasaron al salón a hacer el anuncio llamándonos a "carnetizarnos" lo antes posible. Al salir ellos, el lic. que daba la clase nos preguntó si encontrábamos algún problema en el anuncio que nos habían dado. Como nadie lo notaba él expresó: "'Carnet' es un sustantivo, no un verbo, por tanto no se conjuga. Nadie puede 'carnetizarse'. ¿Acaso cuando te compras un reloj te estás 'relojizando'?"

"Verbalizar un sustantivo", pensé... mientras trataba de evitar tararear una canción de Arjona... pero el hecho llamó profundamente mi atención... verbalizar un sustantivo... ¿podría sustantivarse un verbo?

Muchos años después de ese evento, ya como estudiante en México, me topé en la Biblia con la narración de Juan que presentaba a Jesús como "El Verbo"... ¡Pero encarnado! o sea, este Verbo no era una acción sino una persona... ¡un sustantivo! (sí, ya lo sé, puristas del lenguaje, que no es tal cual pero permítanle la licencia a ese muchacho que comenzaba a patear las calles del Distrito Federal... en ese tiempo había olvidado mucho de la universidad y no conocía casi nada de la Biblia). 

- ¡Wow! - Pensé - ¿en serio el Verbo hecho un hombre? Sólo un tiempo después estaba recibiendo un nuevo carnet, uno invisible, con una nueva identidad, y una ciudadanía que no pertenece a este mundo.

Han pasado muuuuchos años de eso. Esta semana, buscando unos cables que necesitaba para hacer andar una consola, me topé con este carnet y se nota que el tiempo lo ha desgastado, decolorado y definitivamente ya no es una tecnología nueva. Mi rostro también ha cambiado por los años, los traumas y las cirugías... pero mi nuevo carnet, de aquella nueva ciudadanía, sigue intacto... como mi herencia: incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en el Cielo para mí, que soy guardado mediante la fe, por el poder de Dios.


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