lunes, 24 de abril de 2017

Ese asuntito de la Excelencia... en la iglesia

Tuit de mi amigo Lenin Gutierrez
Siempre me ha sonado "rara" la palabra "Excelencia", aunque nunca me había puesto a pensar el por qué me hacía tanto ruido cuando alguien la mencionaba. Esta semana creo que pude poner en orden mis ideas y llegar a un par de conclusiones:

Empecemos diciendo que no me refiero a la excelencia en el ámbito secular (palabrita que también me da cosquillas pero bueno, lo expresa bien). Es decir, creo que es fácil evaluar y calificar a  una empresa como más excelente que otra, o que tal servicio tiene excelencia o incluso que una escuela cultiva valores de excelencia y otra no.

El asunto me estorba cuando tratamos de llevar el concepto a la iglesia y hablamos de excelencia dentro de la iglesia ¿Cómo definimos una iglesia de excelencia? ¿Es acaso la puntualidad? ¿Por el nivel de los músicos de la alabanza? ¿La calidad del equipo de sonido? ¿El número de congregantes?

En el mundo, la excelencia es un valor importante porque toda empresa está en competencia con el resto del mercado y debe valorar su trabajo como superior al de los demás; pero... ¿Acaso en la iglesia estamos en competencia con otras iglesias? ¿Nos estamos comparando? (porque en el momento en que me califico como "excelente" estoy haciendo una diferencia entre "nosotros los excelentes" y "aquellos... que en el mejor de los casos son sólo buenos)

Por supuesto que hay iglesias que hacen cosas de mejor manera -o con mejores resultados- que otras, hay iglesias cuya alabanza siempre suena perfecta, hay iglesias cuyas instalaciones son verdaderamente adecuadas... y hay otras que no son tan afortunadas en esas áreas... ¿Son acaso estas otras iglesias menos excelentes en su adoración o en su ISO 9000 espiritual?

Estoy absolutamente convencido de que deberíamos hacer todo como dice Pablo: "...de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís" (Colosenses 3;23-24); y creo que esa debe ser nuestra actitud en todas las áreas de nuestra vida, no sólo en la iglesia... pero...
(aquí hay un gran "pero...")

PERO...

...considerar que lo que hago es "excelente" es considerar demasiado valiosa mi labor... Fue el mismo Señor Jesús quien dijo que cuando hacemos lo que debemos hacer, nuestra respuesta debería ser secilla: "Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos" (Lucas 17:10)

Lo que sea que hagamos será siempre por gracia y jamás podremos colgarnos una medalla por lo hecho... haya salido bien, mal o excelente. Al final de cuentas, si nuestras justicias son como trapo de inmundicia... ¿podremos gloriarnos entre nosotros de una inmundicia más excelente que otra?

¿Entonces?


Simplemente debemos reconocer que hemos sido llamados por Su gracia. Que lo que podamos hacer será siempre por gracia y que esa gracia amorosa que hemos recibido es la que nos mueve a hacer las cosas lo mejor que podamos, como para el Señor... y si alguien califica eso de "excelente" que sea el Señor y no nuestra propia boca.


jueves, 6 de abril de 2017

Su manto, Su gracia... mi esperanza

Hace un par de semanas, en la reunión de Semilla de Mostaza México, me tocó enseñar 1 Reyes 19, ese famoso pasaje en el que vemos al profeta Elías cayendo en un estado de depresión o desánimo. Es curioso cómo luego del gran momento en el Monte Carmelo, cuando se enfrentó a los profetas de Baal, lo vemos huyendo... en aparente desesperanza.

A pesar de ser profeta, de haber visto milagros impresionantes e incluso haber sido protagonista de escenas memorables en las que la mano de Dios es evidente, ahora el profeta está desenfocado... es que -como dicen por ahí- "El mejor hombre, en el mejor de los casos... es sólo un hombre".

Ahora, si él, siendo quien era, tuvo este bajón en su vida ¿Qué podemos esperar nosotros, que no tenemos castillos en la sangre ni anécdotas sobrenaturales que nos enaltezcan?

La verdad es que podemos esperar lo mismo que Elías: Gracia sobre gracia. Esa es nuestra esperanza y nuestro motor para levantar la cabeza y enfrentar nuevamente los días que quedan por vivir.

Es que lo que nos une con el profeta no es un curriculum, ni un perfil idóneo del reino... nos une el haber sido llamados por Aquel Único que es Santo, Santo,Santo.

Verás, la historia de 1 Reyes 19 termina cuando el profeta Elías echa su manto sobre Eliseo como una señal de que éste último ha sido llamado. No hubo un "casting", un concurso o una licitación para elegir al sucesor de Elías. Simplemente hubo un manto y un llamado. De esa misma manera (Filipenses 2) Dios me vio, se despojó de su manto de gloria haciéndose hombre y estando en la condición de hombre se hizo siervo hasta la muerte  (sí, la escena en que Jesús lava los pies de sus discípulos es una representación de lo que Cristo hizo al descender del Cielo) y luego tomó ese manto y lo puso sobre mí.

Nuestro consuelo cuando tropezamos es que fuimos llamados por Gracia y es esa Gracia la que nos puede levantar porque Jesús es "...poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría" (Judas 24)

Así es, en medio de un agitado día Jesús paso a mi lado y puso su manto sobre mí... me llamó y me tomó para sí. Eliseo tenía un arado y algo que compartir... yo tenía una colección de dolores, un vacío insoportable y un clamor ahogado de callar... nada útil para dar... pero ese día puso su manto sobre mí.

No puedo dejar de cantar esa canción que grabaron hace tanto Torre Fuerte con Martha Serrano... y que todavía nos recuerda quién es Él y qué fue lo que hizo: