martes, 23 de junio de 2009

La lengua

"Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere."
(Stg 3:4)
Los barcos van por donde el timón los dirige y el timón es dirigido a su vez por el que gobierna la nave. Si seguimos esta analogía, la nave es mi vida y la lengua es el timón que marca el rumbo por donde voy, entonces, todo depende de quién es el que gobierna ese timón (mi lengua): Dios o yo.
Si pretendo gobernar yo a mi lengua (el timón), entonces vivo una ilusión y en realidad mi vida está a la deriva porque ningún hombre puede domar la lengua (Santiago 3:8) (¿Alguna vez te has arrepentido porque cosas que dijiste, y que no debías?). Por el contrario, si dejo que Dios gobierne mi lengua, entonces Él puede dirigir toda la nave (mi vida) de acuerdo a Su Sabiduría y a Su Voluntad por donde Él quiere. (Y su Voluntad siempre es buena, agradable y perfecta, Romanos 12:2)
Es hora de dejar que mis palabras sean, como Pablo le dijo a Tito, sanas e irreprochables. (Tito 2:8)

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