Unos años después, el Distrito Federal también desaparece para dar lugar a la novísima Ciudad de México, y ese cambio trae muchas implicaciones para todos los que vivimos en esta ciudad... o en este ex DF.
Hace unos días, entre un semáforo y otro, me di cuenta de que dos lugares que fueron tan importantes para mí (República de Bolivia y el DF), así sin más, dejaron de existir de un día a otro.
¿Será que así debo ver las cosas de este mundo? Es decir, un día -y creemos que pronto- todo esto que vemos y palpamos también desaparecerá y dará lugar a una nueva realidad, a un nuevo mundo... y eso traerá implicaciones y cambios universalmente trascendentales.
Todo lo que nos rodea es frágil y perecedero. Cielos y tierra pasarán pero La Palabra permanece para siempre. La documentación de identidad que yo tenía desde que mis papás tramitaron mi primer pasaporte, un día dejó de ser útil y válida. De la misma manera, si busco mi identidad en las cosas que están en este tiempo y esta tierra, veré diluirse todo en un abrir y cerrar de ojos.
Pensaba en eso cuando de pronto, el semáforo, de un instante a otro mudó de rojo a verde... y me fui, debo confesarlo, un poco nostálgico de aquella nación que ya no existe y expectante por la ciudad que comienza a amanecer. Apagué el radio y sólo resonaba en mi mente: "no soy de aquí, ni soy de allá. No tengo edad ni porvenir..."