viernes, 28 de septiembre de 2018

Nevaba cuando llegué

Yo, estrenando la vida en brazos
de mi abuela Rosa.
A mi lado Guillermo Revilla,
mi abuelo.
    Dicen que nevaba allá, en un pueblito cruzando el Illimani, en el departamento de La Paz, Bolivia.

    Dicen que había nevado por muchos días y que en medio de esa nevada yo decidí que era tiempo de nacer... o mas bien, que alguien lo decidió a mi favor.

    Dicen que los caminos -pequeños y sinuosos a través de la cordillera- estaban cerrados por el hielo y la nieve, pero era necesario llegar a la ciudad, así que mis papás alistaron todo para iniciar la travesía (que de por sí ya era compleja, aún en condiciones normales).

    Dicen que, en las llantas de la camioneta de la Bolivian Power, pusieron cadenas  para poder llevarnos a la ciudad, ante la inmediatez (¿insensatez?) de mi llegada.

    Dicen que había una cuadrilla de hombres -con azadones y picos- que caminaban frente a la camioneta para ir abriendo el camino por el cual avanzar, y así evitar llevar a la camioneta a donde sólo había hielo pero ya no suelo, sino un barranco. Así, arrastrándose tras los pasos de los caminantes, la camioneta pudo evitar los despeñaderos.

    Yo no recuerdo nada de eso, (¿cómo podría?)
pero dicen que así fue.

    Un 28 de septiembre, en la ciudad de La Paz, luego de horas y horas de picar hielo y avanzar de poquito en poquito hasta llegar a la carretera... llegué yo. El mundo no lo supo, pero dicen que mis papás se alegraron.
Con eso era suficiente.