jueves, 26 de diciembre de 2013

Hace 15 años...

En la cocina del depa en que
vivimos el primer año
en México (Marzo 1999)
26 de diciembre de 1998... no sabía que todo iba a cambiar tan tanto y tan para siempre.

El reloj marcó las 00:00 mientras yo andaba -como dice la canción- "de boliche en boliche" (Entendiendo que por el sur un "boliche" es equivalente a un "antro" en México). Supongo que pasé por Tapekuá, luego me di una vuelta por las riberas del río y terminé en Peko's (el boliche de un amigo, que nosotros habíamos pintado y donde cerrábamos las noches tocando trova y rock clásico... a veces al mismo tiempo).

Llegué a casa en la madrugada, apenas con el tiempo justo para hacer mi maleta, bañarme y salir hacia el aeropuerto. Unas horas después surcaba las nubes iniciando un viaje que tendría, supuestamente, una duración máxima de un año, es decir, ese era el plan hace 15 años.

Esa noche, antes de dejar Bolivia canté "Pequeña serenata diurna" aún sin ser feliz ni ser gigante.

Dios tenía todo planeado. Ese aterrizaje en el aeropuerto de Ciudad de México iba a transformar todo para siempre. 

La primera comida en México fue: Pizza Hut (comprada ahí cerca de Insurgentes y M.A. de Quevedo). Mientras esperábamos que nos la entregaran fuimos a un Oxxo -que todavía se levanta en esa esquina- y comí mis primeras papas sabritas (Recuerdo el asombro casi pantagruélico de ver tanta variedad de botanas...)

Mi dieta iba a cambiar: Dios me serviría el pan de vida; y la frase "los muertos de mi felicidad" cobraría un nuevo sentido cuando entendí lo de la cruz y lo de la muerte del Salvador... y hasta la felicidad sería distinta.

Incluso, sin saberlo, Dios me encamina a aquella mujer que me amaría "sin pedir nada, o casi nada, que no es lo mismo pero es igual".

Así fue, o al menos así lo recuerdo (El recuerdo puede variar de la realidad, pero ¿quién podría atestiguarlo?)

26 de diciembre iniciaba una nueva era. El tiempo de México comenzaba y Dios echaba al mar de mi vida las cuerdas de amor con que me llamaría a su reino y me daría la vida eterna.

Ese 26 comencé deambulando por las calles de Santa Cruz y hoy encuentro que mi rumbo está fijo, mi esperanza está firme (Hebreos 6:18-19).

Feliz navidad. Para mí el destino llegó el 26 de diciembre de 1998, aunque nacería -como todos nacemos- nueve meses después.

(aquí te dejo otros ángulos de esa misma historia, que recordé hace algunos años:

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