lunes, 15 de abril de 2013

Me hicieron una pregunta interesante...

Por Tuiter me hicieron esta pregunta: "Como pastor ¿permitirías q en tu iglesia se reuniera un grupo de AA. 1 o 2 veces x semana sin ninguna restricción a la q están habituados?"

Para poder responder quisiera hacer primero un par de aclaraciones importantes:

  1. Esto lo contesto a título personal, sin pretender hablar a nombre de la iglesia en la que me congrego y sirvo.
  2. Esta es una situación hipotética, de no serlo, antes de contestar hablaría con mi pastor, con el grupo de ancianos de la iglesia y dedicaríamos un tiempo para orar al respecto. Hoy, por supuesto no hice eso, precisamente por ser una situación hipotética.


Ahí va mi respuesta:

Mi opinión sería la de no permitir un grupo de A.A. en nuestras instalaciones por varias razones, pero antes de exponer mis razones déjame decir que como iglesia hemos trabajado con grupos de A.A. enviando personas a predicar de manera constante en diversas ocasiones.

Aquí van mis razones:

Creo que el objetivo de los grupos de A.A. es radicalmente distinto al objetivo de una iglesia, ya que el objetivo de estos grupos es ayudar a que la persona interesada deje de beber: "Cuando dos o más individuos se reúnen con el único objetivo de conseguir la sobriedad se pueden definir así mismo como un grupo de A.A."  (El énfasis añadido es mío. Esto lo encontré en Wikipedia en este enlace). 

Como iglesia lo que queremos es buscar la gloria de Jesucristo. Gloria que se ve cuando un pecador se arrepiente. No buscamos que alguien deje de beber sino que pase de muerte a vida, cosa que es mucho más profunda que la liberación de una adicción en particular. Muy a menudo se remplaza la adicción al alcohol por adicción al cigarro (o alguna otra adicción socialmente mejor vista) y lo que anhelamos como iglesia es que conozcan la verdad y la verdad los haga verdaderamente libres (Juan 8:31-36), no sacarlos de una cárcel y entregarlos a otra menos "ruidosa", pero cárcel, al fin de cuentas.

Creemos que el alcoholismo (y esto puede sonar duro) es un pecado, no una enfermedad. Por ello el camino es el arrepentimiento y la conversión (El mismo camino que debe seguir cualquier pecador, es decir: todo el mundo)

Aclaraciones

Quisiera dejar muy en claro que no estamos peleados con los grupos A.A., de ninguna manera, como te digo hemos colaborado con varios grupos en muchísimas ocasiones. Valoramos la labor que realizan y hemos sido testigos de muchos logros que ahí se han alcanzado. Simplemente no tenemos el mismo objetivo.

¿Y qué hacer? pues nosotros tenemos dos caminos:

El primero: ir a los grupos A.A. y predicar el evangelio ("...Poder de Dios para salvación...") y servirles de la mejor manera en que podamos

El segundo: Tenemos un grupo para personas que están batallando con alguna adicción. No hay requisitos para el ingreso y lo que ofrecemos es lo que La Palabra de Dios ofrece: Recuperar la identidad estableciendo una nueva relación con Dios 

Espero haber sido claro en mi respeto hacia los grupos de A.A. pero también en las razones por las que creo que no compartimos la misma meta.

Reitero que esta es una situación meramente hipotética. En una situación real hay muchas cosas que considerar, sobre todo la dirección de Dios, quien tiene el derecho y la libertad de cambiar todo en un abrir y cerrar de ojos. Podría ser que un día escriba aquí mismo: "¡¡A partir de la próxima semana habrá un grupo de A.A. en la iglesia!!"

Para terminar, quisiera rogarte que te dieras unos minutos para escuchar lo que creemos acerca de la identidad que recuperamos cuando llegamos a Cristo. Dale click ----- Aquí

jueves, 4 de abril de 2013

¿Nadar?

En estas vacaciones hemos podido ir varias veces a la alberca con mi hija; y el resultado es que mi nena ya no le tiene miedo al agua. Todavía no sabe nadar, pero ya no tiene temor de que le salpique un poco de agua a la cara, ni de no pisar el suelo o las escaleras, por el contrario, se lanza con valor e irresponsabilidad y yo tengo que sujetarla y sostenerla, porque, aunque ella ya no tiene miedo, la verdad es que todavía no sabe nadar y si la suelto se hundiría fácilmente. Estando en esa actividad tan a menudo, escuchando sus expresiones como: "Papá, ya sé nadar, suéltame..." me puse a pensar en que a veces nos comportamos así con Dios.
 
En principio, cuando comenzamos a caminar en Cristo, dependemos de Él en todo, nos apoyamos en Él para todo y nos sujetamos a Él con todas nuestras fuerzas, pero a medida que va pasando el tiempo vamos ganando confianza y comenzamos a creer que, por el hecho de que ya no nos asusta el no pisar firmemente el azulejo del fondo, o porque hemos soportado la salpicadura de un poco de agua en el rostro, ya estamos listos para ser independientes.
 
El conocer un poco de Biblia, el conocer algunos términos de teología y el defendernos bien en las doctrinas escenciales es un engañoso espejismo que puede llevarnos a creer que ya podemos navegar la vida sin aferrarnos de la mano de nuestro Señor
 
¡Qué engaño mortal! porque la verdad es que seguimos a flote porque su mano no se ha apartado, no porque ya no le necesitamos debido a nuestro avanzado aprendizaje o experiencia. Muchas veces, incluso nos "estorba" su mano cuidadora y buscamos que nos suelte porque no aprobamos sus métodos, sus formas o sus caminos. Gritamos: "¡Ya sé nadar, suéltame!... yo sé lo que necesito..."
 
La verdad clara es que no importa el traje que hayamos conseguido para nadar, el peso de nuestro pecado nos hunde con o sin flotadores... así de pesado es. Sólo su gracia nos tiene respirando... y nunca será algo que ya no necesitemos. Diariamente precisamos reconocer que sin Él no podemos, diariamente necesitamos recordar que la única lección que vale la pena aprender es cómo sujetarnos de su mano diariamente, que la madurez no es independizarnos sino aprender a morir, a depender de Él y a confiar en Su voluntad.
 
En nuestro caminar en Cristo cambian muchas cosas con el tiempo, pero nuestra necesidad de Él no cambia jamás. Con o sin miedo del agua, sólo su mano nos sostiene a flote. Dejemos de pelear con su dirección y aferrémonos a su voluntad, porque separados de Él nada podemos hacer (Juan 15:5)