jueves, 2 de octubre de 2008

El profeta Habacuc - Fe


Capítulo Uno

El capítulo uno narra la queja de Habacuc, “Clamo y no oyes, grito y no salvas…” (v.2) El profeta está cansado de lo que ve a diario: injusticia y violencia… y parece que Dios no hace nada. Luego viene la respuesta de Dios: Él no está sin hacer nada, sino que está haciendo algo insólito: Traerá a Babilonia para juzgar al pueblo de Israel; vendrá destrozando todo -como un huracán- y se ensoberbecerán sobre el pueblo.

Habacuc queda pasmado: ¿Es esa la respuesta de Dios? ¿Tomar a los caldeos para juzgar a Israel? El profeta sabe que Dios es eterno, que es Dios desde la eternidad, que es Santo y firme, que es fiel y que no los destruirá por completo (“no moriremos” v.12), sabe que el castigo es necesario, pero...

¿...Con los babilonios?, ¡Por qué ellos! Habacuc pareciera decir: “Sí, es verdad, tu pueblo ha sido injusto, estamos de acuerdo en eso, pero no tanto como los caldeos. Míralos, tú no soportas la maldad, ¿por qué vas a usarlos a ellos?, ellos ni siquiera consideran al hombre como ser humano…” (v.13-17)

Capítulo Dos

El profeta se ha quejado, pero se ha quejado con quien debe hacerlo. Ha expuesto su caso y ahora espera una respuesta. Espera con determinación, a solas y sabiendo que Dios va a responder (expectativa).

Dios es claro en su respuesta: “Escribe la visión y espera, tardará un poco a tus ojos, pero todo se cumplirá: El impío se enorgullece mas el justo por la fe vivirá”. (2:4).

No se trata de otra cosa sino de tener fe, se trata de creer, pero no sólo creer en Dios, sino sobre todo, creerle a Dios, o sea: fe.

Y luego Dios le comunica que, a su tiempo, también juzgará a Babilonia: “¡Ay de los que roban y despojan!, ellos serán despojados; ¡Ay de los que codician y se vanaglorian en soberbias!; ¡Ay de los que edifican su reino con sangre e iniquidad!, edifican en vano porque todo es de Dios y el conocimiento de Su Gloria llenará toda la tierra; ¡Ay de los que avergüenzan y deshonran al prójimo!, beberán del cáliz de Dios y su gloria será vomitada; ¡Ay de los idólatras! Que confían en palos cubiertos de oro y plata. No saben que sus ídolos son huecos y vacíos… (2:6-19) pero “Dios está en su Santo Templo, calle delante de Él toda la tierra” (2:20). Nada que discutir. Nada por agregar: Él es Dios y juzgará al mundo… “mas el justo por su fe vivirá”.

Capítulo Tres


El capítulo tres es un salmo de adoración a Dios. Habacuc recuerda lo que Dios ha hecho y sabe lo que Dios hará, ahora ya no se queja, sino que ahora adora porque sabe que Dios es fiel y poderoso. Su Palabra ha despertado el temor y el gozo (3:1) (paradoja sólo posible en Dios), al fin y al cabo sus palabras siempre se cumplen (3:9): Él hará, por tanto espera confiado la invasión de Babilonia (3:16). La crisis y las circunstancias son solo eso: circunstancias, el profeta se alegrará en Jehová. (3:18-19)


En mi vida


¿Cuántas veces me he quejado ante quien no puede ayudarme? Habacuc me muestra que debo ir con mis dudas ante Él, incluso con mis molestias. Cristo murió para que podamos acercarnos CONFIADAMENTE al trono de la gracia (Hebreos 4:16).

Ahora, después de quejarme, ¿estoy dispuesto a escuchar lo que Él quiera decir? Dios contesta lo que Él ha determinado hacer y, aunque eso me desconcierte, debo aprender a confiar en Él. Él siempre hace lo correcto aunque yo crea que es ilógico (Isaías 55:9), sólo necesito dejar de mirar alrededor mío y levantar la mirada buscarlo a Él (Hebreos 12:1-2)

¿Cómo lo estoy buscando? ¿Con decisión? ¿Por religión…? Dios quiere hablarme, ¿Yo quiero escuchar? (¿tal vez no me “conviene” lo que va a decir?). Pero si no estoy dispuesto a oírle, ¿a quién más iré si sólo Él tiene palabras de vida eterna? (Juan 6:68).

En este mundo caído vemos muchas injusticias a diario, si me enfoco en ellas voy a deprimirme. Aún así, si mi frustración la desahogo con Dios y espero su consuelo, el consuelo vendrá cuando fije mis ojos en Él y podré adorarle a pesar de las circunstancias.

Habacuc me habla de fe, porque aún para quejarme con Dios preciso de fe para ir con Él. Necesito fe para creer que su plan es mejor que el mío. ¡Necesito fe para ser salvo!... La fe es por la Palabra (Romanos 10:17), entonces, nuevamente ¿Cómo me acerco a su Palabra? ¿Con decisión? ¿Cada cuánto? ¿Cuánto tiempo?

Si permanezco en Él, en Su Palabra, entonces podré decir en medio de la crisis: “…con todo, yo me alegraré en Jehová y me gozaré en el Dios de mis salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza…” (Habacuc 3:19)

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